“¿T
e parece si vamos a la recámara a follar?”. Eso le dijo el joven recién casado a su linda y atractiva esposa. La pregunta no habría tenido nada de particular de no ser porque se la hizo en la sala, delante de sus amigas, que habían ido a visitarla y que se quedaron turulatas al oír la petición. Poco antes la anfitriona se había jactado de haberle enseñado buenos modales a su marido, que era hombre rudo, sin educación ni sentido de la urbanidad. Se disculpó ella y fue a la alcoba con el hombre. Regresó poco después, muy sonriente y arreglándose la ropa. “¿Lo vieron? -les dijo con orgullo a sus invitadas-. Ya aprendió buenos modales. Hace un mes ni siquiera me habría preguntado si quería ir a la recámara”. La noche era oscura y tempestuosa. Hacía un frío que congelaba, y la lluvia calaba hasta los huesos. Al viajero se le descompuso su vehículo, Caminando bajo la cellisca se dirigió a una granja cuya luz miró a lo lejos. Llamó a la puerta de la casa y le abrió el dueño. El viaj…
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