Mirador
Vimos escurridizas codornices, y un ciervo nos miró pasar, sereno y majestuoso con su alta cornamenta de diez puntas. Sorprendimos en un pradillo a un vanidoso guajolote silvestre paseando la pompa de sus plumas entre su harén de grises hembras.
Con eso quiero decir, Terry, que contemplamos la vida. Tú ya no estás en ella. Deberías estar. Fuiste fiel como. como un perro, y esa fidelidad, y el afecto que tuviste para la amada eterna y para mí, merecerían durar por siempre.
Nada es para siempre, querido perro. Todo es para nunca. Pero mientras me llega el nunca déjame recordarte, Terry, y recordarla a ella. Todos los olvidos se disipan con un solo recuerdo.
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