Mirador
La gran mesa del comedor recuerda los banquetes que el primer dueño de la hacienda, don Ignacio de la Peña y Peña, ofrecía a los vecinos comarcanos. Se servían catorce platos, uno por cada comensal. Terminado el ágape, los señores pasaban al salón fumador, y las damas al cuarto de costura. Ahí charlaban interminablemente, ellos de cosechas y política; ellas de cosas de mujeres. Hasta que salía el sol salían los invitados.
El baúl de doña Rita, señora que heredó la finca a la muerte de su esposo y la administró con mano más firme que la de él, habla de la vez que el ama le disparó a distancia de 100 metros con el máuser a la mujer que le coqueteaba a su marido, y le mató a la mula en que iba. Anunció doña Rita: “La próxima vez que esa vieja pase por aquí le apuntaré a ella”.
¿Qué dirán de mí los muebles de la casona cuando ya no esté yo en ella? Espero que me traten…
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