Mirador
El dignatario recorrió los anaqueles. Admiró las obras de los antiguos griegos y latinos, los volúmenes escritos en caracteres arábigos y hebreos, los libros de los modernos escritores de la Europa. Algo, sin embargo, observó que le llamó la atención y lo mortificó. Le dijo a su anfitrión:
-No veo aquí el Sagrado Libro.
John Dee lo tomó del brazo y lo llevó a la ventana. La abrió y le mostró al dignatario el paisaje que se extendía ante ellos. Brillaba el sol; el cielo azul se veía más azul, y en los árboles del bosque temblaba todavía el rocío de la mañana. El arroyo que cruzaba el valle parecía un listón de plata; se escuchaban canto de aves y voces de animales en el campo.
-Éste es mi libro sagrado -le dijo el filósofo al cardenal-. La naturaleza.
Ha pasado mucho tiempo. El cardenal De Marco es hombre sabio, pero aún no alcanza a dilucidar si John Dee es un descr…
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